El otro día te hablé de una KAM algo peculiar y hoy te voy a contar la historia de cómo me empoderé por la gloria de mi madre, jaaarl. Amigos de América y de Nigeria, no desesperéis, esto es una frase del gran Chiquito de la Calzada.
Esta historieta te va a ilustrar y te vas a llevar una de las grandes lecciones de la vida: si hablas con autoridad, la gente te escucha.
Te pongo en contexto, por si no leíste el correo del otro día: estaba yo en una época posterior a la crisis de 2008 en un proyecto en un cliente muy grande y me pasaba de lunes a jueves en Madrid. Estaba lejos de mi familia y la gente se solía compadecer de mí, pero la que se comía el marrón de mi ausencia era mi señora esposa, que tenía que atender a dos niños pequeños.
A mi jefe de proyecto le pasaba lo mismo, viajaba cada semana, pero él se volvía el viernes.
Así que llevábamos vidas paralelas.
Bueno, paralelas del todo, no. Lo que yo hacía se podía realizar desde cualquier parte del mundo. Te cuento, yo tenía una reunión importante el lunes. Iba, mostraba datos, indicaba riesgos y exponía opciones. Pero me estoy desviando, eso dará pie a una tercera historia de esta saga que te va a molar mucho.
Voy al tema que te va a aportar mucha claridad, como dicen ahora los emprendedores fenomenales.
En aquella época yo no mandaba nada y me topé con una persona que me iluminó el camino. Resulta que un día en una de esas reuniones yo expuse que XXXX e YYYY no se podían hacer a la vez y el responsable de XXXX y el de YYYY defendían sus argumentos de que lo suyo tenía que ir antes.
Entonces una señora me dijo que decidiera yo, a lo que respondí que no podía, que el procedimiento era que los responsables decidían... "Pues vaya, si un manager no puede decidir, no es manager".
Es que mi cargo era ese, aunque yo era un pringado en realidad, el tipo que se dedicaba a analizar datos, a llevarlos a un Excel muy bonito y a que otros tomaran las decisiones.
Pero aquello me abrió los ojos.
Te lo digo siempre, la gente necesita que alguien le diga lo que tiene que hacer.
A partir de aquel día, ni preguntar ni hostias.
Analizaba los datos, veía qué trabajos eran más importantes, llamaba al fulano de turno, al que quería que retrasara sus movidas y le decía que buscara otra fecha. Si se ponía tontorrón, le decía que lo hablara con su jefe y que me llamara directamente su responsable.
Llegaba a la reunión de los lunes sin conflictos y con todo el mundo contento.
Me hace mucha gracia que en la red de redes hay posts todos los días diciendo que los trabajadores quieren libertad y autonomía, pero llevo años viendo situaciones donde la gente prefiere seguir un manual sin desviarse una coma aunque tenga la oportunidad de decidir algo por su cuenta.
La gente tiene miedo a decidir y eso es una lacra en las organizaciones.
Así que, si eres de esos que cree que no le dan autonomía o conoces a alguien en esa situación, piénsalo de nuevo.
¿De verdad es así, o te aferras a esa idea porque te da miedo salir de tu zona de confort, pensar fuera de la caja?
Ya, lo de la zona de confort ha sido un golpe bajo, a ver si espabilas.
Venga, decide algo por ti mismo.
"Desde aquel día, ni preguntar ni hostias" 🤣👏🤣👏 Lo de tomar decisiones es un melón porque, aunque todos tenemos cabeza 🧠para tomarlas, no todos tenemos estómago🦠 para sostener sus consecuencias.
Me ha venido en el momento correcto esta historia! Gracias!