Ayer escribí un correo con enlaces, no iba ni uno.
Cosas de LinkedIn, que no almacena la información para siempre. Así que esos videos se han perdido, porque no tengo copia de ellos.
Eso para que luego te venga alguien a decir que ojito con lo que escribes en redes que luego queda para siempre.
Y ahora, el email reciclado, en el que Jesse Owens te enseña a esquivar las trampas de la vida:
Berlín, 1936.
Juegos olímpicos.
Si lo piensas bien, es muy fuerte que ese año las olimpiadas tuvieran lugar en la Alemania del Führer.
Es como si hoy en día decidiéramos que los próximos Juegos Olímpicos se fueran a Moscú, solo que lo nuestro se quedaría bastante corto respecto a lo de nuestros antepasados de hace casi 100 años.
Démosle tiempo a Putin, también te digo.
El caso.
Estaba el estadio a rebosar y Jesse Owens, un atleta negro, lo estaba petando. Esta historia es bien conocida por los amantes del deporte, al tipo se le consideró durante mucho tiempo el mejor atleta de los siglos pasados y venideros, es lo que tiene ganarlo todo: velocidad, salto de longitud, de altura...
El caso es que en la prueba de salto de longitud, tenemos a Jesse enfilando el tramo donde coge velocidad antes de saltar.
Supongo que la grada estaba emocionadísima con la gesta.
El tipo toma velocidad, salta y... salto nulo.
En esta prueba, puedes tomar carrerilla siempre y cuando saltes antes de una marca blanca. No puedes pisar la marca.
Pues Jesse, la pisó.
Al menos eso fue lo que dijo el juez de pista.
Segunda oportunidad.
El tipo se pone en su marca.
Arranca.
Enfila la recta y...
Salto nulo.
A pesar de haber adelantado ostensiblemente el lugar del salto, se declara nulo.
Total.
Que Jesse se seca con una toalla blanca.
Se dirige a su posición y deja caer la toalla delante de la marca, pero visiblemente distanciada de ella.
Toma carrerilla, pisa sobre la toalla y da el salto más largo de todos los participantes.
Ovación al cubo.
No sé si la historia es cierta.
La vi en un biopic ochentero, probablemente inencontrable hoy en día. Pero me impresionó mucho.
Me impresionó porque la vida está llena de personas que te van a tratar de manera injusta.
- Que van a promocionar a otro que no hace ni el huevo ni tiene dos dedos de frente, simplemente porque se cuenta cosas de cuñao con el que tiene que tomar la decisión.
- Que te van a relegar a tareas inferiores a tus capacidades porque no se creen que puedes hacer otras.
- Que te juzgarán por ser diferente. Por ser mujer. O gay. O negro. O bajito. O feo. O terriblemente guapo. O listo. O...
Y esto, es así.
Te puedes rebelar, puedes intentar elevar la consciencia del mundo que te rodea e intentar crear un paraíso utópico de piruletas y nubes de algodón, puedes pasar a cuchillo a los que no sean de tu cuerda, puedes hacer lo que te de la real gana.
Esto ha sido así desde que tus ancestros hoyaban la tierra y malvivían chupando el tuétano de la carroña y será así cuando tus descendientes se implanten módulos de memoria expandida.
O puedes ser listo.
Y pensar en cómo hackear el sistema.
Jesse usó una toalla.
En el año 36.
En un estadio engalanado hasta arriba con estandartes con la cruz gamada y la esvástica.
Con un señor bajito mirando. Un tipo que, cinco años después, gaseó a cientos de miles de personas.
A mí me parece la historia más inspiradora que vas a leer hoy.
Llámame loco, pero si esto no se merece que lo compartas, yo me retiro de la vida.
Buen post, comparto!! Por cierto, los enlaces no funcionaban directamente desde el correo, pero sí podías acceder a la publicación original copiando el link directamente en un navegador... al menos me funcionó con el de la Princesa Prometida, un post que no conocía de la que también podría ser mi película favorita 🤗😍