Troubleshooting
Cuando empecé a trabajar de operador de red, descubrí una palabra: troubleshooting. Por lo visto los sistemas complejos, como puede ser una red de dispositivos interconectados, acaba fallando.
Cuanto más compleja, más fallos: un dispositivo que peta, algo mal configurado, un problema oculto que sólo aparece cuando se dan ciertas condiciones específicas...
Cosas que pasan.
Así que hay ingenieros expertos en encontrar problemas, resolverlos y documentar la solución.
Porque de eso iba el troubleshooting, no tanto en encontrar los problemas, siempre acaban apareciendo, sino en resolverlos.
Como cada red es distinta a la anterior, el troubleshooting tiene algo de artesanal: hay análisis y actuaciones generales y otros particulares para cada caso.
De nuevo, la clave es la documentación.
Si documentas el tiempo suficiente un sistema complejo, acabas teniendo la solución a todos los problemas.
¿La pega?
La pega es que las redes de dispositivos interconectados están en cambio permanente y el troubleshooting acaba siendo una actividad necesaria y perpetua.
El término troubleshooting ya no es tan utilizado.
Al menos yo no lo escucho por ahí.
Pero hoy te quiero contar otra cosa, verás, las relaciones humanas son complejas. Somos redes de dispositivos interconectados. Una red demasiado grande y demasiado compleja como para que documentar sirva de mucho.
A ver, de algo sirve.
Pero toma una situación cotidiana: la rabieta de un niño. Si todo fuera mecánico, bastaría con tomar un manual de instrucciones, ir a la R, de rabieta, aplicar los pasos del manual y solucionado.
Pero, no sé, unos 300.000 años de seres humanos sobre la tierra y no existe el manual.
Sí que hay estudios, análisis, hemos inventado la psicología, tenemos una idea general sobre lo que funciona y lo que no, pero no tenemos la respuesta exacta para cada situación y cada persona... porque no existe.
Por eso liderar mola tanto.
Porque no hay un manual.
Que hay gente por ahí que te dirá que sí, que tires de la palanca azul, gires la manivela roja tres veces mientras pronuncias la palabra Bitelchús.
Pero no.
Lo guay de esto es que nunca, nunca, puedes dejar de aprender y esa es la maldita clave: nunca te creas que lo sabes todo en esto del liderazgo.
No lo sabes.